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“Libertad del cronista permite contar mejor la verdad”: McCausland

miércoles, 21 de noviembre de 2012
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Entrevista inédita con el editor del diario El Heraldo, fallecido el día de ayer en Barranquilla

Ernesto McCausland Sojo tenía casi 2 metros de estatura y había ganado 17 premios de periodismo, pero la mejor medida de su grandeza está en su obra.

Al ‘googlear’ su nombre aparecen cientos de enlaces para sumergirse en su legado y comprobarlo: crónicas en radio, televisión, prensa, cine, fotografía, animación. Historias que contó durante 30 años de carrera, mientras combatía un cáncer de páncreas. Ayer, a los 51 años, la enfermedad le puso punto final a su propia historia.

Caracol, Cromos, SoHo, Interviú, Telecaribe, son algunos de los espacios que contaron con la firma del cronista, que terminó sus días como editor. Desde 2010 estaba bajo su mando el diario El Heraldo, en Barranquilla. Donde, en 1982, había comenzado a redactar su historia en el periodismo. Y donde, hace unos meses, sostuvimos este diálogo, que ahora cobra otra dimensión como testimonio de su visión sobre su oficio. Qué mejor homenaje que leer sus propias palabras, hablando de la que fue su vida: las crónicas.

¿Cómo hacer periodismo narrativo en tiempos de Internet?

Hay que partir de una base, que todos los géneros del periodismo deben ser reinventados a partir de unas exigencias de la contemporaneidad. La noticia está reinventada, la manera cómo la manejamos, cómo la escribimos, cómo la titulamos, cómo la redactamos. Que se parezca o no a la noticia de 1800 o 1900 o de 2000 es otro tema, pero la noticia está siendo reinventada.

Igual tiene que ocurrir con la crónica. ¿Qué dice lo elemental? Que a partir de esas exigencias de la contemporaneidad, que tendrían como factor predominante la falta de tiempo de la gente, habría que hacer una crónica mucho más ágil, mucho menos poética, menos lírica. Mucho más concentrada en datos, mucho más fácil de leer y más corta.

¿Más corta?

Digamos que eso es lo que dicta el sentido común. Pero al mismo tiempo, la experiencia sobre todo de El Tiempo y Juan Gossaín, que me parece que es el que mejor ha aprovechado el formato de textos largos de Debes Leer, muestra que sus productos a pesar de que son larguísimos desestiman todos esos factores que acabo de decir hace un momento. Generan todas las condiciones para ser altamente consumibles en la web: efecto viral, gran atractivo para jóvenes, etc.

Entonces, a partir de ahí, lo que tenemos es la certeza de que la crónica debe reinventarse, y unos elementos de juicio como son las experiencias exitosas que se han dado, para entender claramente hacia qué dirección se debe dirigir la crónica

¿Que es hacia dónde?

Creo que debe ser una mezcla de factores. Lo que yo concluyo es que no necesariamente tiene que ser corta, y no necesariamente el producto de Internet tiene que ser arrolladoramente corto. Pero que sí tiene que ser muy dateada, llena de información. Muy concentrada en datos y en información.

¿Internet ha hecho mutar a la crónica?

Sí, es una exigencia, y todavía estamos explorando. Nunca tuvimos claro cómo debía ser la crónica cuando era puramente literaria y no existía el Internet. Mucho menos lo vamos a tener ahora cuando apenas llevamos veintipico de años en la era de Internet.

Como están las cosas en este momento, entiendo una crónica con características de contenido literario como decía, pero mucho más concentrada en información, en datos, y que siga siendo interesante.

Eso parece salirse de la crónica y entrar a tierras del reportaje.

Los buenos cronistas que estoy viendo hoy en día son maestros de la pincelada sutil. Creo que son muy buenos a la hora de obtener datos, procesarlos, analizarlos, manejar el arte de la estadística comparativa; todas esas ciencias tan complejas, y aplicarlas de una manera muy sencilla con sutiles pinceladas líricas. Para mí ese es el equilibrio perfecto, más que el exceso de literatura, de poesía; más que el exceso de una cantidad de elementos que de pronto hace 50 años eran viables, y que de pronto todavía lo eran en el momento que llegó el Internet. Pero creo que la modernidad, pensamiento moderno, te plantea unos retos diferentes.

¿Otros géneros no se adaptarían mejor a esos retos?

Yo he creído siempre que las características de la crónica, la subjetividad saludable que puede haber en una crónica, la libertad y la magnitud del fuero que se le otorga a un cronista, te da más posibilidades de contar la verdad que con el género de la noticia, el cual es amarrado, formal. Creo que en la modernidad, cuando la gente cada vez exige más que haya puntos de encuentro entre la información y la opinión, la crónica es una alternativa muy saludable.

¿El enfoque personal le aporta ahora a los medios tradicionales?

Sí, necesariamente. Ya incluso hay toda una ciencia en cultivo que se llama ‘infopinión’. Cada vez más buenos periodistas la están acogiendo, funciona muy bien en la web, tiene una gran receptividad entre la audiencia. Y bien manejada contiene sus propias fórmulas de responsabilidad que la hacen viable. Es decir, no cualquier loco la puede hacer.

¿Cómo es el rol de un cronista en el papel de editor, cómo le da un enfoque diferenciador a un periódico?

Tú que has estado cerca sabes que yo soy una persona que me comprometo mucho en el nacimiento de los procesos noticiosos. Yo creo que de todas maneras sigo siendo un cronista, pero con unas diferentes herramientas.

He sido cronista fotográfico, audiovisual, de radio, de prensa, de revistas, hasta he contado historias con animaciones. Entonces, a partir de ahí, creo que esto es simplemente una nueva manera de hacer crónicas. Lo que pasa es que es una crónica en la cual ya tú no eres el protagonista, eres simplemente una herramienta más dentro de proceso. Y es la gran crónica del acontecer diario.

¿Cómo es esto?

Cuando escribes una crónica, estás trabajando con un organismo que tiene cabeza, cuerpo, patas y brazos. Si escribes una crónica sobre un accidente de auto, manejas una cabeza que es las razones por las que ocurrió el accidente, un cuerpo que es las razones por las que un auto fue vulnerable al accidente, unas patas que son las negligencias de las autoridades a la hora de instalar un semáforo, etc. Es decir, manejas un organismo multiangular y multidimensional.

Y no estás contando un accidente, un hecho concreto. Estás contando el diario acontecer de una ciudad, de un país, de un planteta, pero sobre todo de una ciudad. Esto pasó en mi ciudad y esta es mi crónica de lo que pasó en mi ciudad. Y ya no es tú crónica, ahora es la crónica de un colectivo del cual tú eres simplemente un coordinador y un motivador.

¿Pero indicas los enfoques, participas orientando el texto?

Sí, pero ten en cuenta que la fibra la tejen otros. Son personas que tú has escogido, personas con las que tú estás trabajando, pero son otros los que tejen la fibra. Ergo es un trabajo colectivo, donde no hay un individuo haciéndolo; es un grupo, pero no deja de ser un organismo periodístico individual, un gran organismo que se llama el acontecer diario.

Los periodistas narrativos, de ‘largo aliento’, suelen decir que lo que se hace en un periódico no es crónica, porque esta necesita varios meses de trabajo. Tú hablaste de la gran crónica del acontecer diario, ¿crees que se puede hacer crónica en los periódicos, el género no se limita a algo que implica mucho tiempo de trabajo?

No, al contrario. Yo creo que hoy por hoy la exigencia es que uno tiene que ser capaz de procesar, en pulso de crónica, el suceso inmediato. Uno tiene que ser capaz de ver más allá del formalismo, de lo formal de una noticia. Tienes que ser capaz de tomar un hecho que acaba de ocurrir y contarlo con visión de cronista al día siguiente. Más que pensar que te vas a tomar dos, tres días. Lo que está mandado a recoger es el cronista que se encerraba en un cubículo intocable, toda una semana, para producir un material para el domingo. O que se iba de viaje dos semanas para escribir.

Porque ese cronista es inviable. Creo que la razón esencial por lo que esos cronistas se hayan acabado, y por lo que la crónica haya sufrido tanto a finales del siglo pasado en Colombia al punto que ha estado a punto de desparecer, es esa precisamente. El hecho de que los medios no veían rentabilidad en la crónica, porque tenían un tipo al que le estaban pagando un salario y que producía cuatro cosas en un mes. Eso a un gerente de un medio no se lo puedes vender. Digamos que tenía que haber una especie de criterio altruista en el liderazgo de una empresa para que algo así se admitiera.

¿Cómo está cambiando eso?

Creo que en la nueva generación de editores, de la cual yo hago parte, hay una conciencia distinta. Y creo que lo que más hace que eso sea viable, y nos permite trabajar de esa manera, es que el cronista sea capaz de trabajar con la inmediatez. Y que en la mentalidad de las nuevas generaciones de excelentes cronistas que están surgiendo, a partir de esa necesidad y de las nuevas cosas que se están explorando e inventando, existe el ADN que le permite trabajar con esa agilidad.

¿Qué has hecho para promover y darle espacio a la crónica en el periódico?

Tener garantizado un cronista en la nómina, como cronista. Al punto que hemos estado dispuestos a sacrificar el hecho de que ese cronista no tenga ninguna capacidad, conocimiento ni competencia para cubrir noticias. Eso es una cosa, tener en nómina un cronista que nada más sabe hacer crónicas.

Al mismo tiempo, dentro de las restricciones económicas que tienes, está la posibilidad de que haya cronistas externos a los que se les dan una oportunidades muy activas y se les hace participes muy activos de los periódicos del fin de semana, mediante la fórmula del freelance. Digamos que el periódico tenga un presupuesto para que esa clase de periodista sea viable. Ya en algunos periódicos de Estados Unidos eso está mandado a recoger, ya no se hace. Aquí todavía lo podemos hacer. Podemos darnos el lujo de tener unos externos que son cronistas y hacen prácticamente lo que quieren.

Y generar todas las condiciones además. El hecho de que un fotógrafo lo pueda acompañar cuando sea necesario, que se le diagrame con cariño, todo el acompañamiento que eso requiere. De todas maneras creo que la gran fortaleza para promoverla y cultivarla es tener un cronista en la nómina, además de muchos otros que son capaces de hacerlo también. Eso era un impensable hace 15 años en una redacción, un gerente no te lo admitía.

¿Cómo ves el estado del periodismo narrativo en el país?

Creo que es excelente. Es decir, de haber pasado El Tiempo de las épocas de Enrique Santos Castillo como editor, que había que esperar que él se fuera a jugar golf los miércoles en la tarde para meter crónicas casi a manera de embuchados, como cuenta que hacia Juan Jose Hoyos, uno de los grandes cronistas colombianos, a tener hoy en día en el mismo periódico una sección donde garantizado van dos crónicas de largo aliento, no tiene precio.

Es una evidencia clara de lo que está pasando. Sí hay espacio para la crónica. Y si tu ves también, el diario El País por ejemplo, que es de provincia y no es el principal periódico de Colombia, tiene 3 excelentes cronistas en su nómina, que también hacen notas, breves y todo eso, pero son excelentes narradores. Es una cosa que empiezas a notar por todos los medios.

Todo el mundo es consciente, más que nunca. Estamos en un gran momento. Incluso en la televisión, a partir de Pirry y Manuel Teodoro. Cuando yo llegué a Q.A.P. muy poca gente hacía crónica de televisión, era un producto exótico al que nadie le interesaba. Y hoy en día la televisión no puede vivir sin la crónica, y todos los canales tienen sus cronistas y su manera de hacer crónicas.

¿Y cuáles están siendo los temas de los cronistas contemporáneos?

Creo que hay un requisito de la crónica moderna, muy importante.  El tema puede ser cualquiera, pero independientemente de cuál sea, el cronista debe impartirle dientes. Es decir, debe contar una historia que le sea útil a la sociedad.

Un problema de la crónica del siglo pasado fue que terminó degradando hacia una crónica muy literaria, demasiado poética, donde no había de verdad una información.

Creo que, por el contrario, la crónica posee en su código genético todas las herramientas para poder hacer un análisis verdaderamente explosivo de la realidad; en lo que puede ser el periodismo de la verdad, de denuncia, de hacer conciente la ser humano contemporáneo, al lector, de todo lo que lo rodea.

Hay un universo de temas, y todos son susceptibles de ser tocados por una crónica, y todos se están tocando como crónicas. Decir que la violencia es más atractiva no lo veo. La prueba es que, Gossaín, a quien veo como gran paradigma de eso que se está haciendo, está haciendo crónicas sobre medio ambiente, sobre gestión social gubernamental, y así.

¿Finalmente, qué nos puedes decir del Gabo cronista y su influencia en el periodismo?

A ver. Yo sentí una gran admiración por el Gabriel García Márquez cronista, porque me parecía que su material estaba muy muy bien escrito, como un tipo de esa envergadura lo puede hacer; muy bien reflexionado, muy bien ubicada toda la información. Pero además de todo eso, le tenía una gran admiración como reportero, porque decía que era capaz de conseguir muchas cosas, tenía una gran habilidad para obtener cosas, y eso solamente se consigue a través del barro.

El reportero que consigue datos es el que le gasta tiempo, noches, días, al barro, al sudor, al sol, a buscar dónde está la información. Y siempre admiré mucho el hecho de que fuera capaz de obtener información, como que había un man que en la crisis de agua en Caracas se afeitó con jugo de albaricoque, o de durazno o de melocotón.

Hasta que él me dijo que eso era mentira, que se lo había inventado. Y a partir de ese momento lo que sentí fue una gran decepción.

Hoy en día a las crónicas de García Márquez le doy un gran valor literario, pero es apenas natural que tenga que verlas con una gran desconfianza.

Fue una pérdida de la virginidad como cronista, haberlo escuchado responder “muy fácil, me lo inventé” cuando le pregunté ¿cómo hizo usted para encontrar un tipo que se afeitó con un jugo?

A partir de ese haberme enterado de que el niño Dios son los papás, digamos que me traumaticé un poquito con que la crónica, por encima de todo, tiene que ser veraz. Y a partir de ese momento comencé a cultivar en mi vida algo: que la crónica tiene que tener dientes, tiene que revelar algo real, a partir de hechos reales. Revelar una realidad que afecta de alguna manera al ser humano contemporáneo.

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